Además de deliciosos y fáciles, son muy versátiles.
Tomamos los tomates bien lavados y los cortamos a la mitad.
En una bandeja de hornear colocamos papel encerado y, sobre él, los tomates, con la parte interna de cada tomate hacia arriba.
Para condimentarlos, suelo usar mi instinto (yo le llamo, "la medida del ojo"), pero en esta ocasión eso se traduce en una pizca de cada condimento sobre cada tomate.
La cantidad de aceite también será a tu criterio; yo dispersé una sola cucharada sobre todos los tomates.
La mejor parte: lleva la bandeja al horno por 60 minutos a 150 °C o hasta que los tomates estén quemaditos, como en la foto.
Recuerda que la cantidad de tiempo dependerá de cada horno y la idea es disecarlos.
Luego, almacénalos en un envase de vidrio (estando aún calientes) y déjalos reposar tapados.
Refrigerar luego de que estén a temperatura ambiente.
Se pueden comer fríos o calientes.